Como si hubieran dado el
pistoletazo de salida, demarramos como dos ciclistas profesionales decididos a
ganar la etapa. Fuimos adelantando a otros peregrinos y turistas que enfilaban
hacia la plaza del Obradoiro.
-Acelera tío- dijo Jose.
Y disciplinadamente apretamos
más aún el paso. Los pies se volvieron ligeros, el golpeteo de nuestros
bastones se acompasó y como en una toma de photo
finish entramos en la plaza.
Sentimos una emoción inmediata, un
inmenso sentimiento de alegría, una mezcla de lágrimas y deseo de gritar. Nos
dirigimos hacia el centro de la plaza esquivando gente que quizá no era
consciente de nuestra presencia y de lo que nosotros considerábamos una hazaña.
Había varios grupos felices, gente sentada en el suelo de piedra con cara de
agotamiento, otros con cara de felicidad.
-Después de cuatro meses por fin
lo he conseguido –escuchamos cerca nuestro.
Nuestro esfuerzo no había sido
tan desmedido, aunque para nosotros significaba la plenitud. Nos abrazamos con
fuerza, con emoción, con brazos de héroes y espíritu de iluminados que han
concluido su aprendizaje.
-¿Os importa hacernos una foto?-
le pedí a una pareja joven. Él se agachó para intentar sacarnos completos con
la fachada del Obradoiro en su integridad. Luego nos hicimos más fotos con las
cámaras, observamos el panorama de peregrinos, escuchamos el aplauso a un grupo
numeroso, que hicimos nuestro.
Estábamos llenos de gozo. Diría
que de gloria, de purificación. Nuestros músculos cansados estaban cargados de
la energía del Camino que había penetrado en nuestro cuerpo para acompañarnos
en esta experiencia singular, inigualable.
La tradición hubiera obligado a
presentar nuestros respetos al Santo y pasar nuestros dedos sobre el árbol de
Jesé que adorna el Pórtico de la Gloria. Siglos de peregrinajes y miles de
caminantes han pulido la piedra con el sencillo gesto de arrastrar la mano ante
la corte de figuras dotadas de espiritualidad del Maestro Mateo. Pero hace
tiempo que el Pórtico ha sido aislado y su visita dosificada. Además, la alarma
sanitaria aconsejaba limitarlo o suprimir los contactos. Tampoco pudimos darnos
cabezazos como los estudiantes de la Universidad contra la testa del ilustre
escultor medieval para que nos concediera conocimiento y aprobáramos los
exámenes. La vida nos volverá a examinar con la bendición del Maestro y del Santo.
0 comments:
Publicar un comentario