Pronto se acaba en la
vida el triste peregrinar.
Los hombres pasan, tal
como pasa nube estival.
Las piedras quedan.
Cuando yo muera, tú, catedral,
tú, parda mole, pesada y
triste,
cuando no sea, tú aún
serás.
Folla
novas. Rosalía de Castro.
Según leí en El báculo y la ballesta. Diego Gelmírez, fue el papa Urbano II, el que exaltó al cristianismo para lanzarse a la Primera Cruzada y recuperar Jerusalén, quien dictó una bula autorizando el traslado formal de la sede episcopal desde Iria Flavia, actualmente Padrón, a Compostela, o a la tumba que se suponía era del Apóstol Santiago. Los clérigos ya residían en la nueva sede desde hacía tiempo. La bula fue entregada en 1095 al obispo Dalmacio. Además, los obispos de Compostela, en adelante, no estarían sometidos a ningún otro metropolitano, excepto al de Roma.
La referencia a Padrón o Iria
Flavia me recordó una teoría que Fernando Sánchez Dragó vertía en su libro Gárgoris y Habidis en relación al
destino final del campo de estrellas, del camino iniciático ancestral. Éste
sería Iria-Padrón. Atienza recordaba que Iria fue secularmente sagrado y que
era el origen de todo el mito jacobeo. “Un proverbio medieval –escribía Sánchez
Dragó- aconsejaba al romero rendir viaje en Padrón”.
Atienza trazaba una relación
entre ambos lugares mediante una roca que se encontraba bajo el altar de la
catedral y que se afirmaba que fue la piedra a la que se ató la barca, en Iria,
que transportaba al Apóstol:
El
Padrón –o Pedrón- que se conserva bajo el altar de la iglesia del Apóstol,
lleva una inscripción romana y podría muy bien haber sido un pequeño menhir
votivo, pero la tradición jacobea lo hace pasar por la piedra en la que se ató
la barca que transportaban el cuerpo santo.
En mis visitas a la catedral de
Santiago nada me comentaron sobre este aspecto. Excitaba más mi curiosidad por
la fuerte vinculación de ambos lugares vinculados con el santo y con el destino
final de la peregrinación, ahora que estábamos cerca de concluirla. Y mayor
confusión se alzaba con otras referencias de Atienza:
El
conjunto rocoso que se dice fue el lugar desde donde predicaba el señor
Santiago tiene toda la apariencia de un altar druídico. Conviene tomar en
cuenta, además, que si pocas probabilidades existen de que el cuerpo de
Santiago arribarse efectivamente a Galicia, aún las hay menores de que el Hijo
del Trueno pisara vivo aquellas tierras. Santiago, en este sentido, es el nexo
simbólico de unión entre los antiguos cultos y las creencias cristianas.
Representa, además, la solución perfecta de continuidad que, precisamente en
este lugar de Padrón, se clarifica del todo porque se acumulan los restos que
califican el enclave como lugar secularmente sagrado, tanto desde el punto de
vista exotérico como ocultista.
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