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Dos peregrinos en tiempo de pandemia 59 (Camino Inglés). La civilización de los castros.

 

Castro de Taramundi (Asturias)

Habíamos dejado atrás varios castros, como los de Carrás, Vilalbarro o Vilares. Simbolizaban el pasado celta y con más tiempo nos hubiéramos animado a hacer una visita y empaparnos de esa cultura. El que recuerdo con más firmeza, de tiempos pasados, es el de Santa Tecla, cerca de la frontera con Portugal, con un emplazamiento espectacular que aparecía y desaparecía con las sucesivas olas de niebla. Me habían llamado la atención sus casas circulares que no parecían responder a ningún plan urbanístico. Quedaban los muros bajos sobre los que debieron alzarse las chozas que utilizaban como viviendas.

Santa Tecla era un castro del tipo costero. La configuración del espectacular lugar sobre el que se asentaba obraba como su principal elemento defensivo. El poblado defensivo que caracterizaba a los castros o citanias quedaba abrigado por la orografía y sólo era necesario fortificar el punto por el que podían penetrar los enemigos.

En Taramundi, en Asturias, y muy cercano a Galicia, visité un castro interior. En los de este tipo, el sistema defensivo era más amplio y rodeaba todo el conjunto con murallas y fosos. A esta tipología pertenecían los castros de As Travesas o cercanos a Sigüeiro. Tuve la impresión de que conformaban estaciones en un camino ancestral.

En la Historia de España de Planeta (dirigida por Antonio Domínguez Ortiz, de 1990) destacaban la prevalencia de la mujer en esta cultura. Las mujeres eran las que cultivaban la tierra y heredaban las posesiones. Casaban a los hermanos y les daban dote. Un auténtico matriarcado. Se organizaban en gentilidades o grandes grupos familiares que descendían de un pariente común. No se habían detectado necrópolis, por lo que se consideraba que practicaban la cremación de los difuntos.

Entre sus rituales destacaban los sacrificios de machos cabríos, prisioneros y caballos al dios Cossu, que correspondería a Marte. Vaticinaban el futuro analizando las entrañas, cortaban las manos de los prisioneros y celebraban hecatombes y luchas, carreras y combates colectivos, bebían la sangre de caballos sacrificados.

Su alimentación consistiría en el consumo de bellotas acompañadas de una agricultura de azada, no de arado, y los productos de la ganadería. Completaban lo necesario para su subsistencia con intercambios con otros pueblos.

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