Estábamos cerca de Hospital de
Bruma, donde confluían el camino de Ferrol y el de Coruña. El pueblo
languidecía en el sopor de la tranquilidad impuesta por las circunstancias
sanitarias. Lo más relevante era el albergue municipal. A la salida estaba su iglesia
y el cementerio. Aconsejaban ir bien abastecido o dirigirse a Mesón de Vento,
el pueblo más cercano que contaba con buenos servicios.
El albergue estaba cerrado y
temimos que lo estuviera de forma definitiva. Un cartel lo negaba. Se abría
exclusivamente para alojar a los peregrinos y a esa hora permanecía cerrado.
Bruma contó con el único hospital de la zona. En el último tercio del siglo XII
ya era mencionado. Quizá su más ilustre visitante fue el emperador Carlos I, en
1520, durante su viaje desde Santiago a La Coruña.
Hace años, en una visita al
Hospital Tavera, de Toledo, el guía nos comentó que la idea de los hospitales
para peregrinos se acercaba a un lugar donde se confortaba a los mismos para un
buen morir. Los avances médicos eran escasos quien llegaba enfermo no
continuaba en su propósito. Los que presentaban cuadros breves recibían
remedios que les permitían continuar y completar la peregrinación.
La existencia de ladrones que
asaltaban a los peregrinos provocó que la Iglesia de Compostela y la nobleza
local fundaran el hospital y varias iglesias (según Xacopedia). Los bandoleros eran
otro elemento más en el Camino. Las crónicas sobre asaltos y robos eran
innumerables y no distinguían a siervos de nobles. Por ello era siempre era conveniente
viajar en grupo y, a ser posible, con protección armada.
No dedicamos mucho tiempo a la
pequeña aldea.
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