Casa
das Veigas era un caserón ilustre, de muros de piedra y señorío
renovado. Las zonas ajardinadas estaban perfectas. Nos cautivó desde el primer
momento. Tenía ocho habitaciones, unos salones tranquilos con sabor rústico y
unos espacios abiertos coquetos y atrayentes. Desde luego, nada que ver con un
albergue de peregrinos.
La publicidad de su web no
mentía: “el hotel rural en La Coruña en el que soñar despierto es posible”. El
lugar mantenía un porte noble y una integración en la naturaleza que lo aislaba
del mundo: “entre meigas y trasgos, en un ambiente bucólico donde reina la
tranquilidad y el sosiego, se levanta la Casa das Veigas”. El valle del Barcés
era la referencia de aquellas vegas de su denominación. “Descanso y gastronomía
se dan la mano en busca del bienestar integral de los huéspedes y clientes que
hacen el honor de acompañarnos”.
Después de ducharnos y
cambiarnos nos recibió Loli, la encargada, algo más joven que yo, a la que
creímos dueña del establecimiento. Era simpática y dicharachera y llena de
energía e iniciativa. Nos llevó en su coche, un estupendo Mercedes con
tapicería de cuero, a Carral, a dos kilómetros, para comer en un restaurante
con cierto glamour llamado Muxio Vello.
Era una vinoteca con buena cocina. Comimos pulpo con patatas y cebolla, una
ensalada completísima y unos solomillitos con patatas. Dos cervezas y dos albariños
nos devolvieron el ánimo y nos hicieron olvidar todos los pesares de la mañana.
También disfrutamos del famoso
pan de Carral, del “molete” o “bolo de moño” que era uno de los grandes
orgullos de la población. Su miga esponjosa, su corteza crujiente y elaboración
artesanal habían cruzado el ámbito local y se decía que era embarcado en
aviones rumbo a Madrid y Barcelona para que se disfrutara en los restaurantes
de mayor prestigio. Los cereales procedían del cercano valle del Barcia o
Barcea (o Barcés, me imagino). Durante todo el Camino disfrutamos de un pan de
pueblo excelente.
También era famosa la empanada,
que nos pusieron de aperitivo.
Al terminar, la llamamos y nos
recogió diligentemente.
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