Desde el primer momento fuimos
conscientes de que no podríamos hacer fotos con las cámaras grandes, por lo que
los dos las habíamos metido en sus respectivas fundas desde el primer asalto al
camino y las habíamos guardado en la mochila, protegida por la capa o por la bolsa
de basura. Sacarla hubiera sido un rito inútil. De vez en cuando, sacábamos el
móvil para inmortalizar campos, montes, árboles o casas. Lo hacíamos con
presteza, sin meditar mucho la ejecución, con prisa, para que no se empapara y
estropeara. Las fotos no salieron muy vistosas, pero nos permitieron, al
regreso del viaje, recordar lugares, situaciones, sensaciones.
Nos llamó la atención la niebla
ascendente. Quizá la tierra estaba más caliente y escupía la lluvia en forma de
vapor. Era como un juego, una confabulación de las colinas para ofrecernos un
bello espectáculo mientras aguantábamos estoicamente bajo el chaparrón
inclemente. Ese espectáculo formaba parte del horizonte, de la lejanía, como en
una metáfora del camino y el destino.
Las primeras imágenes que fluyen
a mi mente son grises, de colores desleídos, pálidos, sin matices. Cuando me
concentro, los perfiles se consolidan, la variedad cromática se acrecienta y
los verdes y pardos dominan entre la lluvia. La lluvia no es capaz de
desvanecer el paisaje del campo.
“¿Quién recogió las aguas entre
sus brazos como una túnica? Únicamente Dios”, escribió Gabriel Miró en su
estampa Agua del pueblo, recogida en Años y leguas. Y aquel día parecía que
Dios no quería recoger las aguas y las había dejado precipitarse desordenadamente
contra nosotros.
“Sigüenza y muchos quisieran
gozar del agua -continuaba- cogiéndola, ciñéndola, modelándola como una ropa
dócil a nuestros dedos”. Si hubiéramos tenido ese poder la hubiéramos atado y
sostenido en las alturas hasta el final de nuestra etapa, que seguro que era
útil para el campo y necesaria para garantizar el verde paisaje que nos
acogería en esa jornada.
Sin embargo, nos sumimos en la
aleatoriedad relativa de la meteorología y nos encaminamos hacia nuestro
destino.
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