El reto de la noche fue
encontrar un restaurante donde deleitarnos con la famosa tortilla de Betanzos.
Rápidamente nos llegaron varias opciones por parte de mi amigo Chema, que
conocía muy bien la zona. Para nuestra desgracia, O´Pote, 1931 y otros más
estaban completos. Nos habíamos confiado y no habíamos reservado. Nuestras
gestiones nos llevaron a inspeccionar muchos de los locales de la zona de
cañas. Terminamos en un bar pequeño y algo escondido con un camarero majo, pero
que estaba a por uvas. Le pedimos un vino local y sirvió de una botella sin
marca. Se mosqueó un poco cuando le preguntamos sobre el mismo. No estaba mal
de sabor.
¿Qué singulariza a la tortilla
de Betanzos? Lo primero: no lleva cebolla. Lo segundo: está poco hecha. Se le
dan tres vueltas rápidas y se deja reposar un minuto. Como leí, es más melosa y
casi líquida. La de nuestro bar había ganado un premio hacía pocos años y
estaba deliciosa. Acompañamos la tortilla con unas zamburiñas.
Con la tripa llena y una sonrisa
derivada de las cervezas, nos volvimos a adentrar hacia la plaza de la Constitución
para bajar la cena. La noche nos regaló un concierto de jazz al aire libre del
programa cultural de verano Be Cul a
cargo de Grupo Vatapá. Aunque las sillas estaban separadas por la distancia de
seguridad, lo que limitaba el aforo, encontramos sitio. La voz de la cantante
era potente y nos hizo disfrutar.
Al final empezó a chispear.
Regresamos al hotel cuando se animaba la lluvia.
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