Esta zona de marismas se rellenó hace unos 400 años. El puente que unía los dos extremos se pobló pronto de las casas y los almacenes de los mercaderes. Allí llegaban los barcos de carga, los sampanes procedentes de todo el país. Fue una vía de transporte esencial en el periodo Edo. Hokusai lo inmortalizó en La prosperidad alrededor del puente Nihonbashi. El autor de Las 36 vistas del monte Fuji quedó fascinado con el lugar, como Eisen en La primera etapa de la carretera Kiso o Hiroshige en La vista nevada del puente de Nihonbashi. Desgraciadamente, la carretera rápida elevada, construida en 1.964 para las Olimpiadas, que cruzaba sobre el puente, impedía contemplar la mítica montaña desde el mismo.
Nihonbahsi,
el más ajetreado barrio de Edo, de Hiroshige, dejó constancia
de la importancia del lugar, ratificado por Las
tropas dejando el puente Nihonbashi, del pintor Kunisada.
Los bombardeos de la noche del 9
al 10 de marzo de 1945 asolaron la zona, de ahí que lo que quedaba de aquel
barrio antiguo eran algunas casas de madera que habían resistido entre los
rascacielos y que se habían convertido en una animada zona de restaurantes
populares.
El barrio alojaba la sede
central del Banco de Japón, de estilo occidental. En ese lugar estuvo el gremio
de orfebres que producía las monedas de oro en el periodo Edo. La sede de la
Bolsa de Tokio estaba a unas manzanas.
Abundaban los grandes almacenes
de gama alta: Takashimaya, Coredo o Mitsukoshi. Este último era la continuación
del negocio de la familia Matsui, una de las que formaban parte de aquel grupo
de mercaderes del pasado.
Entramos en uno de los edificios
de Coredo, impecable, con unas tiendas o departamentos impresionantes. Las
mujeres que se interesaban por sus productos eran de la alta sociedad, bien
vestidas, elegantes, de buen porte. Nos tomamos una cerveza en la cafetería
para un descanso absolutamente necesario.
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