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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 179. El puente Nihonbashi

 


Nuestra última incursión en Tokio tuvo lugar en Nihonbashi, el puente de Japón, el que fuera tradicional barrio comercial y de mercaderes y que en la actualidad era barrio financiero. El movimiento de dinero parecía haberse acostumbrado al lugar.

Nos sorprendió el contraste de la salida este de la estación de Tokio, que era la que había que tomar para Nihonbashi, respecto de la oeste, la que tomamos para visitar el castillo. Esta salida era victoriana mientras que la de Nihonbashi era moderna, con un gran centro comercial y rodeada de grandes rascacielos.

Tomamos la avenida que estaba frente a la salida y nos pusimos a caminar por el barrio de oficinas, hoteles de lujo y restaurantes elegantes. No había casi gente, normal en un sábado por la tarde. La sensación de que nos habíamos equivocado al elegir la ruta fue evidente al llegar a un puente que no era el famoso que buscábamos. Lo más interesante fue el monumento a Jan Joosten, un holandés que en 1.600 alcanzó estas costas y acabó dando su nombre al barrio de Yaesu, que era por el que caminábamos.



Renunciemos a continuar hacia Ningyocho, más al este, que era el barrio de los teatros y conservaba parte de su atractivo tradicional.

El puente que aparecía en las estampas tradicionales y costumbristas, las ukiyo-e, construido en 1.603 en madera, fue sustituido en 1.911 por otro de piedra y acero. Constituía el kilómetro cero de las carreteras japonesas. Antaño, fue el inicio de las cinco rutas del periodo Edo.

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