Galicia es un aleph, un puente de observación 
y vida hacia el que
lentamente fluye el universo
 y allí se queda, empapado 
por una atmósfera sin
tiempo 
como la de aquellas
mastabas egipcias 
donde hasta un grano de
trigo 
mantenía su poder
genésico 
por encima de las eras y
los diluvios.
De Gárgoris y Habidis. Fernando Sánchez Dragó.
Elegimos el Camino Inglés para
evitar aglomeraciones. Mi amigo Juan lo había hecho dos años antes sin
apreturas. Este año de pandemia obligaba a ser prudentes y renunciar a una
parte del atractivo del Camino: el contacto social.
El Camino Inglés canalizó la
devoción peregrina de los cristianos del norte de Europa, especialmente de los
ingleses. También de irlandeses, escandinavos o flamencos. Los dos puertos
principales a donde arribaban eran La Coruña y Ferrol, que dieron lugar a dos
rutas de este Camino. Otros puertos que cumplían la misma función fueron
Viveiro y Ribadeo.
En varios folletos establecían el
inicio de su actividad cuando un grupo de cruzados se dirigieron a Tierra Santa
en 1.147. La peregrinación a Jerusalén era larga y peligrosa y ofrecía diversas
rutas. La más lógica hubiera sido prolongar por mar la escala en Galicia siguiendo
la costa de Portugal, cruzar el estrecho de Gibraltar y proseguir por el
Mediterráneo, pero el mar estaba infectado de piratas musulmanes.

 
 
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