El Pazo da Merced reutilizó los
edificios e instalaciones de la antigua fábrica de curtidos la Florida que fundó
el empresario riojano Francisco Antonio Somalo en el siglo XVIII, quizá atraído
por la pujanza que ganaba Ferrol con las nuevas disposiciones reales. En 1978
lo adquirió un arquitecto de Ciudad Real, Alfredo Alcalá Navarro, y lo restauró
para convertirlo en la primera casa de turismo rural de La Coruña. La capilla
contigua era del siglo XVI.
A esa hora indefinida entre la
tarde y la noche habitaban el jardín una pareja y varios grupos pequeños de
mujeres. Pocos hombres. Quizá no apreciaran el encanto del patio, donde celebraban
tradicionalmente los cócteles de las bodas, la piscina al aire libre o la
acogedora biblioteca donde refugiarse en una tarde de lluvia. Los árboles
robustos trazaban sombras saludables en las horas de mayor vigor del sol. Pedimos
dos cervezas y nos entregamos al sano vicio de charlar. Con la segunda ronda
pedimos unas croquetas y algo más. Para una cena formal y variada había que
reservar en los iglús de plástico transparente a pocos metros. Una experiencia
que aconsejamos.
Todo lugar con magia debe tener
su leyenda y sus historias más o menos truculentas. La leyenda dice que el pazo
está unido mediante un pasadizo submarino con el cercano monasterio cluniacense
de San Martiño de Xubia, del siglo IX, que mantenía restos de su riqueza
simbólica del siglo XII. No sé si tendrá algo que ver con el convento
franciscano que estuvo en uso en las instalaciones desde mediados del siglo
XIX. O con la reivindicación del pazo por dos hijos del párroco de Neda.
Entretanto, un familiar del fundador emigró a Cuba a consecuencia de la crisis
de 1870 y parece que rectificó favorablemente sus finanzas. Estaba claro que
aquel lugar atesoraba mucha historia y muchas anécdotas interesantes.
La imaginación lo puebla con los
personajes y las acciones de Los pazos de
Ulloa, de Emilia Pardo Bazán: Julián, el cura, el marqués don Pedro
Moscoso, Primitivo, el mayordomo que impone su ley a la del dueño en recesión,
el médico Máximo, Sabel, la hermosa hija de Primitivo que tanto perturba al
cura, Nucha, la señorita venida de Santiago como esposa del marqués y de la que
se enamora Julián, y un largo etcétera.
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