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Dos peregrinos en tiempo de pandemia 24 (Camino Inglés). Una anécdota


 

La anécdota la puso la guardia civil. Ascendíamos una cuesta prolongada, aunque de escaso pesar. Íbamos por medio del bosque, sin nadie, excepto las chicas de gemelos portentosos. Por la senda forestal apareció un vehículo de la Benemérita y nos reprocharon, con buena educación y mucha autoridad, que no llevábamos la mascarilla. Desconocíamos cuál era la interpretación sobre cuándo había que ponérsela, ya que las chicas iban 20 metros por delante nuestro. No había con qué medir la distancia de seguridad. Sin discusión, nos la acoplamos y avanzamos hasta donde se encontraban las chicas. También a ellas les dieron el mismo aviso. El agobio en la respiración se combinaba con las gafas empañadas. La humedad era tremenda. Quizá la guardia civil había preservado nuestra salud y no lo sabíamos. Durante todo el camino, al llegar a núcleos habitados, nos calzamos la mascarilla.

Eso ocurría esporádicamente. Las casas estaban salpicadas en el campo, manteniendo distancias amplias. Entre ellas, los bosques y los campos de maíz, la maleza que lo cubría todo, las enredaderas que abrazaban a los árboles.

Nos llamó la atención que sólo veíamos gente mayor. Nos preguntamos dónde estaban los jóvenes. Quizá en la ciudad o en el extranjero. Las zonas rurales languidecían. El campo era una forma muy dura de ganarse el sustento. Si las cosas se ponían mal algunos regresarían al que había sido el trabajo ancestral durante generaciones.

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