Décadas después, nos encontraríamos con Nuño Freire, al que apodaban “El Malo”, excepción al buen hacer de los Andrade, y que representó el abuso de poder y provocó la protesta violenta de sus súbditos que no estaban acostumbrados a abusos y vejaciones. El causante de la rebelión Irmandiña estaba enterrado en el monasterio de Monfero, a una veintena de kilómetros de la villa.
Por aquella época, la estructura económica rural implicaba que los nobles y el clero se repartían las tierras y el campesinado la pobreza y el hambre. Las familias Andrade, Osorio, Moscoso, Sarmiento, Sotomayor y Ulloa dominaban el panorama. Pero, sin duda, Nuño Freire era el que trataba con mayor dureza a sus vasallos. En 1431, se desencadenó la primera revuelta Irmandiña, llevada a cabo por la Irmandade Fasquenlla formada por unos tres mil hombres al mando de Roi Xordo. Durante cinco años pusieron en jaque a la nobleza y tuvo que intervenir el poder real. Fueron derrotados, pero aquello dejó una profunda huella en Galicia.
Entre 1467 y 1469 tuvo lugar la segunda o Gran Guerra Irmandiña, dirigida por Alfonso Lanzós y Diego de Lemos. Estuvo integrada no sólo por campesinos, también por gentes de ciudad, miembros de la baja nobleza e hidalguía y humildes clérigos.
La nobleza se protegió en Castilla y Portugal. La represión de las revueltas corrió a cargo de Pedro Álvarez de Sotomayor. Una de sus consecuencias fue la actual escasez de castillos, muchos de ellos en bastante mal estado. Se destruyeron o dañaron unos 130 castillos La ruina de castillos facilitó el posterior sometimiento de la nobleza por parte de los Reyes Católicos, ya que habían apoyado a la Beltraneja. Sin embargo, las propiedades de la Iglesia apenas fueron atacadas.
El Asalto ao Castelo celebraba la memoria de aquellas revueltas.
Pocos años después, Fernando de Andrade (1477-1540) fue nombrado primer conde de Andrade. Tiempo después, los Andrade se incorporaron a la Casa de Alba. Más prestigio nobiliario imposible.
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