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Dos peregrinos en tiempo de pandemia 13 (Camino Inglés). Eucaliptos.

 


La carretera se hizo sendero, el prado, bosque, y el llano sucesión de ascensos y descensos, sin grandes pendientes. Los pinos se combinaban con los eucaliptos traídos en el siglo XIX por fray Rosendo Salvado, un fraile nacido en Tui que fundó el primer monasterio de Australia, no demasiado lejos de Perth, la capital de Australia Occidental. La Desamortización y el cierre de su monasterio le llevaron a Inglaterra y allí al otro extremo del globo. Aquellos eucaliptos que trajo a su regreso han devorado muchos bosques de especies autóctonas, como los robles y carballos, por lo cual cuando contamos este dato fray Rosendo no siempre es bien acogido.

El Camino permitía conocer la Galicia rural, quizá la menos contaminada, la más auténtica, la más arraigada a las tradiciones, la que producía más perplejidad. Y para deleitarse se exigía tiempo, paciencia, paladear cada instante, algo severamente imposible cuando te desplazas en coche. El Camino es para quien quiere devorar esencias. Y para que no se indigeste hay que comerlas a poquitos, con la velocidad del caminante. Este mundo acelerado nos impide disfrutar hasta la médula. Así lo escribió Gabriel Miró hace un siglo en su libro Años y leguas, que me enseñó mucho al regreso de esta experiencia. El escritor alicantino era de buen caminar y mejor disfrutar:

Porque el paisaje no nos espera más que una vez: cuando es inesperado para nuestros ojos, presintiéndolo nuestra sensibilidad. Contemplar es despedirse de lo que ya no será como es. La paz, el júbilo, la conciencia evocadora, la internación en el paisaje, son estados reveladores que se disuelven dentro del tiempo como las nubes, el aliento del agua, el temblor de una fronda en el azul.

Me recordó que había que observar con ojos de niño, incontaminados, puros, sin sedimentos de la memoria que se crucen con la percepción aguda, la de la primera vez. El paisaje podrá cambiar en el futuro, pero más habremos cambiado nosotros. Nada volverá a ser igual. El paisaje, el ámbito que recorremos, se renovará, se fusionará con la memoria, creará una nueva realidad. Simplemente, nuestra realidad del momento que se hará imperecedera.

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