Arturo y yo desayunamos solos.
Javier y José Ramón se habían despertado antes y habían acudido al mercado
matinal. Regresaron encantados cuando Arturo y yo empezábamos a preocuparnos
por su tardanza. El tren salía a las 9.38.
El viaje hasta Nagoya compartía
la primera parte del recorrido, hasta Gifu, con nuestro viaje de ida. El
paisaje era espectacular aunque lo recibimos con cierta tristeza. Nos recordaba
que se acercaba la última fase de nuestro viaje, nuestro penúltimo destino. Aquellas
imágenes las acompañé con un haiku de
Buson:
Los días
lentos
se
apilan, evocando
un viejo
antaño.
Los recuerdos del viaje se
acumulaban y era necesario organizarlos, revisarlos, buscarles significado.
Parecía que llevábamos una eternidad en este país.
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