Una carbonera, una fábrica de
papel, recuerdos de la actividad agrícola, ganadera y forestal mostraban esa
vida casi a extinguir, integrada en la naturaleza aunque bastante dura.
Los patos, las garzas y otras
aves no huían ante nuestra presencia. Estuvimos observando un artilugio
hidráulico que provocaba un ruido con el que se ahuyentaba a los animales. Un
espantapájaros saludaba desde un campo de arroz.
Algunas de las casas, que habían
sido trasladadas desde diversos distritos y pueblos-algunas acumulaban dos o
tres siglos de existencia-eran amplios almacenes. Fotos y explicaciones los
contextualizaban. En una de las casas exhibían algunos animales de la zona
disecados.
Habían mantenido varios
artesanos que continuaban trabajando con las antiguas técnicas. Uno se dedicaba
al lacado, otro a las pequeñas esculturas de madera.
En el camino de regreso ofrecían
otras atracciones, ya cerradas, como el Bosque de los Siete Dioses de la
Suerte, el museo del cantante Ryu Tetsura o la villa ecológica de ositos de
peluche, un homenaje a los teddy-bears. El camino era hermoso.
0 comments:
Publicar un comentario