Nos decidimos a caminar por el
barrio de Taito pero la avenida de altos edificios perdió interés tras unos
minutos. Tomamos la línea Chuo hasta Ochanomizu Street para ver Kanda.
Al salir de la estación nos
orientamos hacia la catedral de San Nicolás. Nos resultó tremendamente curioso
encontrar una catedral ortodoxa rodeada de rascacielos. Uno de esos rascacielos
era de la aseguradora Sumitomo. Y de hospitales, abundantes en la zona.
Yendo hacia la estación de
Kanda, pues no había mucho que ver, y buscando una zona tradicional entre las
altas torres, nos encontramos con uno de esos regalos inesperados de los
viajes. En un cruce de calles habían montado una verbena para financiar un asilo.
Habían puesto unos plásticos en
la calzada para que no se manchara nada… ¡sobre el asfalto! Estos japoneses
daban unas muestras de civismo increíbles. Y, también, de facultades para
divertirse y participar en las fiestas comunales. Allí estaban niños
correteando ordenadamente, oficinistas que acababan de salir del trabajo,
familias al completo, voluntarios que atendían los puestos y los ancianos
felices de que les sacaran a la calle, les hicieran caso y vieran algo de
diversión.
Dimos una vuelta, nos
infiltramos entre la gente e intentamos comprar unas cervezas. Para nuestra
sorpresa, nos invitaron. José Ramón empezó a hacer amistades y le presentaron a
uno de los organizadores, que preparaba en una plancha una tonelada de fideos.
Conversamos un rato, nos hicimos unas fotos y nos fuimos a cenar.
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