Quizá si te comentaran que una
de las visitas de una ciudad es una estación de autobuses, considerarías que la
ciudad tenía poco que ofrecer. O que la estación era una pasada. Oasis 21 era
una joya de la arquitectura moderna. Acogía un estanque suspendido, tiendas y
el centro de información turística. Cerca estaba la torre de telecomunicaciones
que sobresalía en el tejido urbano.
Habíamos entrado por curiosidad
en algún establecimiento de Pachinko,
lo que llamaban el pinball vertical o
las máquinas tragaperras. El Pachinko,
fue inventado en Nagoya.
Los locales eran una orgía de
luces hirientes y estridentes sonidos. Los solitarios acudían a estos lugares, cambiaban
dinero por fichas y se sentaban ante una máquina durante horas. No llegamos a
entender cómo funcionaban.
La anécdota la protagonizó
Arturo. Le retamos a que investigara el funcionamiento. Se sentó ante una de
las máquinas, que empezó a parpadear, como si quisiera ligar con él. Fue
tanteando con los mandos tocando aquí y allá y en un momento la máquina se puso
como loca y empezó a vomitar fichas. Todos los de la sala se giraron. A todo
esto, apareció un tío desde los baños con una cara de colgado impresionante y
se puso a hablar con Arturo en japonés. Por supuesto, no entendió nada. Sin
duda, reivindicaba el premio. Se había ausentado por alguna necesidad
perentoria pero la máquina había continuado con las fichas cargadas.
La última zona que visitamos fue
el barrio rojo, plagado de clubes y de prostíbulos. Era una réplica de otros
barrios donde era evidente la división de roles entre hombres y mujeres. Grupos
de hombres penetraban en los locales. Y recordé otra anécdota de un amigo que
trabajó varios años para una gran empresa japonesa. Era habitual que la matriz
nipona mandara a una delegación a España con el objeto de visitar y revisar la
misma. El trabajo era escaso por lo que se interpretaba como un premio, unas
vacaciones a quienes no agotaban los días de descanso. Mi amigo se encargaba de
pasear a la delegación, mostrarles Madrid, alguna ciudad cercana como Toledo o
Segovia. La curiosidad no era que cuando los llevaba a comer se sentaran en
estricto orden jerárquico. Cuando los llevaba de putas (con perdón), el jefe de
la delegación elegía el primero…y luego elegía para cada uno de sus
subordinados. Sorprendente, desde luego.
Por Sakura-Dori, apagada y
solitaria, regresamos al hotel.
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