Crepúsculo
de cerezas.
También
hoy se ha convertido
En
pasado.
El haiku de Kobayashi Issa nos recordaba la llegada de la tarde,
cuando el cielo se ruborizaba y se rasgaba, ralentizaba el ocaso y lo ofrecía
como espectáculo para el que estuviera dispuesto a sumergirse en él, a quien
estuviera dispuesto a darle su tiempo para que culminara su trabajo en el
horizonte.
Al anochecer tomamos el metro en
Kokusai Center hasta Yaba-Cho Street. Comprobamos que el metro era muy
eficiente y que la ciudad gozaba de una red de transporte público envidiable.
Nuestra idea era movernos por la zona comercial de Sakae.
Desde Yaba-Cho hasta Sakae se
extendía Angel Park, un bulevar alargado y ajardinado. Habían instalado un
escenario para una actuación, muy propio para una noche de finales del verano.
Empezaba a animarse la calle. La iluminación de las fabulosas tiendas
contribuía a ello.
Entramos en las tiendas gourmet
que ocupaban la planta sótano de un gran almacén, algo que ya aconsejaban en
Shinjuku y que Javier nos comentó era indispensable conocer. Por supuesto, todo
impoluto, con una variedad impresionante en los productos envueltos en celofán
que eran las pequeñas obras de arte que habíamos disfrutado en otras ciudades.
Los alimentos estaban envueltos como regalos. Javier y Jose Ramón compraron
caldos y té. Nos fascinó una sandía cuadrada.
Tanto alimento nos dio hambre y
entramos en un restaurante que estaba en la séptima planta de una torre. La
decoración era singular, un tanto bohemia. Lo malo es que nos cobraron más que
en ningún otro sitio: pagamos 10.120 yenes. Nos cobraron un fijo, el cover, de 350 yenes por cabeza, más IVA.
Se deducía que cuanto más alto estaba el restaurante, más caro.
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