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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 161. Castillo de Nagoya.

 


El castillo estaba algo más lejos de lo que imaginamos al principio. Caminando bajo un sol de justicia alcanzamos el primer foso, que realmente protegía a una parte de la ciudad antigua y que coincidía con Sotobori Dori y la Express Highway.

La ciudad quedó muy dañada por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En Nagoya se fabricaron 10.000 unidades del famoso avión Zero. Destruir esa industria era prioritario para los americanos y sus aliados. Casi el 90 por ciento de las viviendas fueron destruidas. Las zonas modernas de la ciudad ocupaban esos espacios arrasados.

Cerca del castillo estaban el ayuntamiento, la administración de la Prefectura y el teatro Noh de Nagoya. En esta zona se acantonaron tropas japonesas durante la guerra.

El castillo no quedó exento de castigo. Lo que contemplábamos era una reconstrucción en hormigón, aunque con una gran fidelidad. Aún se realizaban esfuerzos para volver a construir algunas dependencias en base a fotografías y documentación. Lo que no podía ser recuperado era el importante patrimonio que acogió el castillo.

Después de cruzar un foso donde jugaban unos ciervos y penetrar en el recinto, visitamos el palacio Hommaru. Lo más destacado eran los paneles de fondo dorado y representaciones de tigres, bosques, aves o jardines de una especial sensibilidad. Aquí vivió desde 1.615 el señor de la provincia de Owari, la de Nobunaga, aunque él no lo disfrutara. Como en el caso de Himeji, el lujo no estaba reñido con la función militar del recinto.

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