El castillo estaba algo más
lejos de lo que imaginamos al principio. Caminando bajo un sol de justicia
alcanzamos el primer foso, que realmente protegía a una parte de la ciudad
antigua y que coincidía con Sotobori Dori y la Express Highway.
La ciudad quedó muy dañada por
los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En Nagoya se fabricaron 10.000
unidades del famoso avión Zero.
Destruir esa industria era prioritario para los americanos y sus aliados. Casi
el 90 por ciento de las viviendas fueron destruidas. Las zonas modernas de la
ciudad ocupaban esos espacios arrasados.
Cerca del castillo estaban el
ayuntamiento, la administración de la Prefectura y el teatro Noh de Nagoya. En esta zona se
acantonaron tropas japonesas durante la guerra.
El castillo no quedó exento de
castigo. Lo que contemplábamos era una reconstrucción en hormigón, aunque con
una gran fidelidad. Aún se realizaban esfuerzos para volver a construir algunas
dependencias en base a fotografías y documentación. Lo que no podía ser
recuperado era el importante patrimonio que acogió el castillo.
Después de cruzar un foso donde
jugaban unos ciervos y penetrar en el recinto, visitamos el palacio Hommaru. Lo
más destacado eran los paneles de fondo dorado y representaciones de tigres,
bosques, aves o jardines de una especial sensibilidad. Aquí vivió desde 1.615
el señor de la provincia de Owari, la de Nobunaga, aunque él no lo disfrutara.
Como en el caso de Himeji, el lujo no estaba reñido con la función militar del
recinto.
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