El dulce
aroma,
¿de qué
flores vendrá?
Bosque
estival.
Después de la comida ascendimos
por una pendiente hasta el parque Shiroyama, el bosque estival del haiku de Taigui. La humedad del bosque y
su umbría atenuaban el calor reinante. El frescor se unía al aroma a tierra
mojada.
El bosque preservaba el interior
de la montaña de las miradas indiscretas. El sendero ayudaba a la
introspección, la meditación, a huir del mundo moderno y ajetreado. El tiempo
se había parado bajo las frondosas copas de los pinos. Como escribió Kobayashi
Issa:
Un gran
sosiego
camino
solo, y solo
me
regocijo.
Después de las masas de turistas
en Kioto se agradecía la soledad de la montaña y la especial relación con el
bosque.
En lo alto de la montaña estuvo
un castillo que fue desmantelado cuando perdió su uso. Nos planteamos seguir
hasta sus ruinas, pero la tarde se echaba encima y no era ése el camino más
adecuado para la senda de Higashiyama.
La luz se volvía difusa por el
esplendor del bosque. Nada se veía con claridad. Se intuían los templos, que
iban revelando sus detalles casi con suspense. Los fragmentos superaban las
sombras y aportaban pinceladas que nuestra mente tenía que completar.
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