Tras un descanso en el hotel nos
acercamos a Pantocho, una estrecha calle paralela al río. Se sucedían los bares
y los restaurantes caros con terraza al río. Era también la zona homosexual de
Kioto, aunque no se evidenciaba mucho. Brillaban los rótulos y los faroles de
papel.
Las antiguas casas habían
sobrevivido al transformarse en locales de ocio. Junto a los muros de madera
descansaban botellas de champán como una incitación a la diversión. Los
callejones laterales se infiltraban en la oscuridad. El calzado de los clientes
esperaba en la entrada.
Entramos en un pequeño local y
pedimos unos whiskies y unos sakes. Era una tachinomiya,
una barra de estilo japonés donde tomabas una copa y algo de picar. Pronto
hicimos amistad con nuestros vecinos, que llevaban un pedo increíble. No nos
entendíamos muy bien pero a base de risas nos comunicamos lo suficiente.
Suntory nos hizo pasar un momento divertido. Los camareros eran abiertamente
gays.
A la hora de pagar nos cobraron
un cover que implicaba una estancia
máxima, por lo que recordé una anécdota bastante graciosa que me había contado
un empresario español hace más de dos décadas.
Entre una y otra reunión de su
apretado programa quedaban unas horas. Como no sabía muy bien qué hacer, buscó
un bar, se sentó en una mesa y pidió un whisky. Unos minutos después, rompió su
monotonía un fulano que entró con cierta prisa, pidió un whisky, lo terminó
casi de un trago, pidió un segundo, del que dio cuenta casi tan rápido como el
primero, pidió el tercero, lo engulló y se fue.
La escena se repitió con otra
persona unos minutos después con un ritual parecido: varias copas en poco
tiempo.
El que me contaba la anécdota
debió quedar extrañado ante ese comportamiento. Pensó que los japoneses eran
bebedores compulsivos. Que tomar copas con el jefe era parte del contrato laboral
al terminar el horario oficial.
La respuesta a sus
disquisiciones la encontró horas después al pedir la cuenta. Esta era
exagerada. Con su mejor inglés, pidió explicaciones y éstas fueron sencillas:
se cobraba el tiempo de permanencia. Aunque él había consumido sólo un whisky,
había ocupado la mesa durante mucho tiempo. El problema del espacio parecía
mucho más agudo de lo que había pensado.
Esa noche cenamos en un coreano.
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