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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 108. Nara II. Un poco de historia

 


Hasta la creación de Nara como capital permanente en el centro del nuevo estado, cada gobernante había construido un nuevo palacio desde el cual controlaba los designios del país. Asuka o la capital Fujiwara, en la propia prefectura de Nara, fueron esos antecedentes más inmediatos.

El nacimiento de Nara estaba vinculado al nacimiento de Japón como estado. La necesidad de un gobierno más centralizado y poderoso se evidenció a mediados del siglo VII y tuvo un protagonismo exterior. La amenaza de una invasión desde Corea por parte del reino de Silla y sus aliados chinos de la dinastía Tang obligó a poner en marcha un programa para construir fortificaciones en la que pudiera ser la ruta de invasión. La construcción obligaba a crear una burocracia que se coordinara mediante instrucciones escritas. Para financiar todo ello se exigían impuestos recaudados de forma eficaz. La autoridad del trono y el control de las zonas periféricas supusieron instaurar leyes escritas, un censo y un sistema de reclutamiento. La defensa implicaba la creación de un estado.

El periodo Nara abarcó desde 710 hasta 794. Hacia mediados del siglo VIII la ciudad contaba con unos cien mil habitantes y se extendía en una cuadrícula de cinco kilómetros por cada lado, algo más en el eje este-oeste.

La ciudad real,

Nara, la de la tierra azul verdosa,

como los árboles florecientes

que resplandecen con una fragante frescura

se halla ahora en la cima de su esplendor.[1]

Así se expresó el poeta para resaltar la importancia de la ciudad.



[1] Extraído de Breve historia de la civilización japonesa, página 61.

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