Kasuga Taisha era un templo
sintoísta construido en el año 786 en una zona del bosque que siempre se
consideró habitada por los dioses. No le faltaba razón porque el lugar era de
una magia especial.
Nada más bajar del taxi se
acercaron los ciervos, a los que se consideraban mensajeros de los dioses, como en Miyajima.
La costumbre marcaba darles de comer, aunque ello pudiera acarrear ciertos pequeños
peligros. Los animales se acercaban dócilmente, se insinuaban, animaban al
turista con algún golpecito del morro y no insistían si no atisbaban comida.
Pero al que les daba, le perseguían y le tironeaban de la ropa pidiendo más. En
un despiste se comieron uno de los planos que llevaba Arturo. No había que
preocuparse: estaban habituados.
Saltamos la zona de las
tablillas en honor de los donantes y los barriles de sake y cruzamos el Nino torii,
que marcaba el inicio de la senda ceremonial jalonada con una sucesión de
linternas de piedra. Las linternas votivas aportaban solemnidad. Las altas
copas de los árboles filtraban la luz del sol.
Los promotores del templo fueron
miembros de la familia Fujiwara, la más poderosa entre 858 y 1068:
"gobernaron utilizando el trono-leí en la Breve historia de la
civilización japonesa-más que apropiándose del mismo, dominando la corte
sin desplazar a la casa imperial". Utilizaron una eficaz política
matrimonial para sus fines, lo que llevó a Fujiwara no Yushifusa a poner en el
trono a su nieto de ocho años y nombrarse regente. Durante un tiempo fueron los
únicos que pudieron utilizar el templo. Cuatro de las divinidades del templo
fueron los fundadores del clan.
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