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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 117. Nara XI-Gangoji II

 


El templo estaba engalanado para un festival. Faroles de papel colgaban en el patio y un pequeño ejército de voluntarios limpiaba los salones, ordenaba el jardín y se preocupaba de que todo estuviera en orden.

Uno de los edificios que había sobrevivido era el Hondo o salón principal. Nos descalzamos, subimos los escalones de madera y penetramos en el interior. Varias estatuas de buda adornaban el centro, el lugar más sagrado. Un monje se afanaba en situar en el lugar preciso cada uno de los objetos.

Me desplacé hacia la parte trasera y observé un mandala muy atractivo. Continué rodeando el interior antes de sentarme un momento junto con mis compañeros para descansar y admirar el salón.



A la espalda estaba el Zenshitsu o salón de meditación. Los dos pabellones habían sido muy remodelados en la época Kamakura (siglos XII a XIV). En otra de las estancias se desplegaba un pequeño museo con varias esculturas y la reproducción de la pagoda que en su día superaba a la de Kofukuji.

En el jardín nos llamaron la atención muchas lápidas, todas bien cuidadas, algunas con alimentos recientes. Una persona iba poniendo platillos de barro que otra persona rellenaba de aceite. En el momento en que se iluminaran esas sencillas lámparas el efecto sería hermoso.

Quizá estaban preparando el Bon, (Obon u O-bon) la fiesta de difuntos. En ella se honraba a los espíritus de los antepasados. Para esa cita de origen budista se limpiaban las tumbas y se depositaban alimentos y bebidas ante ellas. Tres días más tarde, se quemaban unos caballos de paja y, sobre su humo, se elevaban las almas para alcanzar su morada en el otro mundo. Lo que no cuadraban eran las fechas. Era habitual celebrarlo entre el 13 y el 15 de agosto. Podría ser el Kyu Bon, que se celebraba el 15 del séptimo mes lunar, con lo que variaría en el calendario solar o gregoriano. También entraba en lo razonable que aquí hubieran adaptado la fecha.

Atravesamos Naramachi, buscamos una avenida comercial y fuimos caminando hasta la estación de tren.

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