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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 90. Nijo III

 


Si hubiéramos tenido más tiempo hubiéramos dado una segunda vuelta al conjunto de interiores. Compensaba por no haber visto los del palacio imperial.

El tercer shogun Tokugawa había ampliado en 1.626 las dependencias con motivo de la recepción al emperador Go-Mizunoo. Parte de esas edificaciones procedían del castillo de Fushimi, de estilo Momoyama, el anterior al estilo Edo, dominante en el conjunto.

El jardín Ninomaru permitía observar los edificios que seguían el estilo de las casas de los samurái que acabábamos de visitar, armonizaba las rocas con el agua, un estanque y un arroyo artificial, puentes y árboles. En el lugar principal del estanque se encontraba la isla de la Eterna Felicidad, un nombre acorde con lo que se sentía paseando por el jardín. La acompañaban la isla de la Grulla y la de la Tortuga. Era obra del paisajista Kobori Enshu.

Un nuevo foso, un nuevo puente y accedimos al palacio Honmaru. Los incendios del siglo XVIII habían destruido varios edificios que no se habían reconstruido. La estructura actual procedía del palacio Katsura. Subimos a un mirador para contemplar los edificios semiescondidos por los árboles.

Concluimos con un paseo por el jardín Seiryu, más moderno, de 1965, que seguía el esquema japonés en un lado y dejaba un amplio espacio con césped al otro.

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