Si hubiéramos tenido más tiempo
hubiéramos dado una segunda vuelta al conjunto de interiores. Compensaba por no
haber visto los del palacio imperial.
El tercer shogun Tokugawa había
ampliado en 1.626 las dependencias con motivo de la recepción al emperador
Go-Mizunoo. Parte de esas edificaciones procedían del castillo de Fushimi, de
estilo Momoyama, el anterior al estilo Edo, dominante en el conjunto.
El jardín Ninomaru permitía
observar los edificios que seguían el estilo de las casas de los samurái que
acabábamos de visitar, armonizaba las rocas con el agua, un estanque y un arroyo
artificial, puentes y árboles. En el lugar principal del estanque se encontraba
la isla de la Eterna Felicidad, un nombre acorde con lo que se sentía paseando
por el jardín. La acompañaban la isla de la Grulla y la de la Tortuga. Era obra
del paisajista Kobori Enshu.
Un nuevo foso, un nuevo puente y
accedimos al palacio Honmaru. Los incendios del siglo XVIII habían destruido
varios edificios que no se habían reconstruido. La estructura actual procedía
del palacio Katsura. Subimos a un mirador para contemplar los edificios
semiescondidos por los árboles.
Concluimos con un paseo por el
jardín Seiryu, más moderno, de 1965, que seguía el esquema japonés en un lado y
dejaba un amplio espacio con césped al otro.
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