El palacio Ninomaru consistía en
cinco edificios encadenados en diagonal con galerías cubiertas. Según se
avanzaba hacia el interior crecía la solemnidad. La primera estructura era la
sala de espera para los visitantes. Al otro lado, en otras estancias que
servían de regreso, estaban las alas de los mensajeros imperiales.
No había mobiliario. Sin
embargo, la decoración de los muros era exquisita. Aquellas salas reunían unas
tres mil pinturas de la escuela Kano que representaban tigres, aves, árboles,
flores, paisajes y otros motivos que eran magníficos ejemplos de la pintura de
la época Edo. Las había de fondo dorado o en blanco y negro, de tinta. Los
originales los trasladaron a una galería específica y se habían sustituido por
reproducciones exactas para evitar su deterioro. Esas pinturas daban cuenta del
poder y la sofisticación de los gobernantes.
En el segundo edificio estaban
las salas de recepciones. Según el rango y la posición del visitante la sala
era mayor y más acorde con su categoría. A la espalda estaban las salas de los
ministros.
Nos llamó la atención el ruido
que hacía el suelo de madera. Era excesivo y encontramos la explicación en las
prevenciones de Ieyasu para evitar un asesinato. Quien quisiera traicionarlo
tendría muy difícil acercarse sin hacer ruido.
En el tercer pabellón se había
escenificado la declaración de soberanía del emperador. Era el pabellón de las
Salas Grandes. La escena había sido reproducida con maniquíes de aquellos
cuarenta señores de las provincias que acogieron de rodillas la decisión.
A las audiencias más formales se
dedicaba el siguiente edificio en nuestro avance. El quinto y más alejado
conformaba los aposentos de los shogunes.
0 comments:
Publicar un comentario