Todo el parque era una llamada
de atención. Nos gustó que no se utilizara un tono victimista. Lo ocurrido no
podía ser cambiado pero sí el futuro, un futuro mejor para las generaciones
venideras.
Me sobrecogió especialmente el
monumento por la Paz de los Niños. Ante él, supimos de la historia de Sadako
Sasaki, una cría de dos años en el momento de la explosión. Enfermó de leucemia
diez años después. En el hospital se entretenía haciendo guirnaldas de grullas
con el papel de las medicinas. Creía que con ello se curaría. No fue así. Sus
compañeros de colegio decidieron construir un monumento en su honor, para lo
cual recaudaron fondos. Esas grullas se han inmortalizado en las estatuas.
El cenotafio por las víctimas
estaba alineado con la cúpula. Recordaba a los muertos con el mismo mensaje
orientado hacia el futuro, mirando hacia adelante: "roguemos para que
todas las almas que aquí yacen descansen en paz porque nosotros no repetiremos
esta maldad".
Con estos mensajes y las
primeras sombras del atardecer paseamos por el parque, en silencio,
reflexionando.
Apareció la luna y recordé un haiku de Sokan:
Ah, si a
la luna
Se le
adosara un mango,
¡qué
buen paipay!
0 comments:
Publicar un comentario