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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 94. Himeji II

 


La construcción estuvo mediatizada por las nuevas estrategias militares y por la irrupción de las armas de fuego. Esa época supuso un cambio en la tendencia constructiva de fortalezas. Los castillos en la llanura sustituían a los de montaña al permitir un mejor abastecimiento de núcleos de población más amplios. En torno a éstos crecieron las ciudades.

El castillo estaba rodeado por un amplio foso. Tan ancho que daba para unos paseos en barca. Siempre me ha gustado comprobar que estas construcciones para la guerra son tan atractivas cuando han pasado a ser inútiles para sus fines. El turismo ha contribuido mucho a ello. Lo cierto es que cuando se terminó de construir el castillo, con las últimas técnicas en la materia, Japón entró en un largo período de paz, por lo que nunca se llegó a probar en combate la bondad de su ingeniería militar.

Para salvar el obstáculo del foso cruzamos por un elegante puente de madera.

La zona delimitada por el foso se denominaba sannomaru o complejo exterior. Pasada la primera puerta accedimos a un amplio patio, un enorme espacio donde no volvió a nacer la hierba. El castillo siempre gustó de mantener las distancias, bien con quienes se consideraban amigos o enemigos. Me gustó el gesto de un chavalín con los brazos: hubiera sido un buen campo para practicar el béisbol. En España le hubieran puesto unas porterías. Que hubiera poca hierba no era tan preocupante.



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