Las rocas, tan apreciadas por
chinos y japoneses para sus jardines, aportaban permanencia. Las copas de los
árboles perfectamente podadas y redondeadas serían el elemento variable. Como
el color oxidado que presentaban ya algunas hojas que en otoño caerían y
dejarían desnudas las ramas. El agua fluía en pequeñas ondas efímeras que
morían antes de que fuéramos conscientes de su existencia.
Desde el pabellón se dominaba el
paraíso. La peculiaridad es que cada piso era de un estilo diferente. El
inferior, la Cámara de las aguas de Dharma (Shinden-zukuri),
seguía el estilo de las mansiones del período Heián; el segundo, la Torre de
las ondas perfectas (Buke-zukuri), el
de las casas de los samurái; el tercero, el Cho-on-do,
era de estilo zen y albergaba un Amida y veinticinco Bodhisattvas. El pabellón
estaba rematado por un ave fénix. A un costado, una pequeña construcción que se
utilizaba como embarcadero rompía la simetría. Reinaba la sencillez, como
destacaba este párrafo de la Breve
historia de la civilización japonesa:
“Aunque
los aleros y algunas partes del edificio estaban recubiertas de pan de oro, las
superficies lisas de madera natural, los techos de teja del pabellón, las
contraventanas de rejilla y las puertas en la segunda planta mantenían la
tradición japonesa de la sencillez natural. Por otra parte, las puertas
correderas y las ventanas de la planta superior provenían del repertorio
clásico de la arquitectura zen china".
Nos internamos hacia el bosque.
La espesura ascendía por la montaña. Una casa de té recibía el nombre de Lugar de la belleza de la tarde por ser
el lugar más privilegiado para retener la esencia del atardecer.
Otro estanque se abría entre los
árboles. Sobre una isla, una delicada imagen. El lago superior, An-min-taku,
era más recóndito, más íntimo, más misterioso. Las ramas casi cubrían su rostro
de agua.
El templo original ardió en
1950. Le prendió fuego un monje trastornado. Ese es el argumento que trasladó
Yukio Mishima a su novela El pabellón
dorado.
Antes de salir visitamos el
salón principal del templo, el Fudo-do
con la imagen de Fudo-myo-o.
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