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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 87. Kaitensushi, sushi con reverencias.



Después de tanta observación trascendental era el momento de comer. Javier había localizado un restaurante de sushi en el traslado entre templos y hacia él nos dirigimos con un calor aplastante. Mereció la pena.
Era un restaurante familiar, amplio, algo poco habitual, y con una peculiaridad: una cinta transportadora de los platos. Lo denominaban kaitenzushi. Continuamente iban pasando platitos con dos piezas de sushi. Si te agradaba alguno, lo sacabas con un hábil movimiento de muñeca y, a comer. Obligaba a estar atento.
Nos portamos como auténticos campeones del sushi ya que nos comimos treinta y tres platos. Por cada quince te regalaban una pelotita de plástico con un regalo. Si querías encargar algo buscabas en una pantalla. El que descifró los entresijos de ese sistema fue Arturo, siempre ducho en temas informáticos. Tenía algo de manga y anime. Cuando estaba preparado, lo anunciaba la pantalla con la salida de un muñequito que realizaba una reverencia. Entonces salía, pero por una cinta superior y no la habitual.
Las cervezas nos devolvieron el aliento pero nos dieron un poco de sueño. Nos dio vagancia arrancar para ir al castillo de Nijo.

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