El jardín era sugestión:
"al no decirlo todo-escribió Okakura Kakuzo- el artista deja al espectador
ocasión para completar su idea y de este modo una obra maestra retiene
irresistiblemente nuestra atención hasta que momentáneamente nos creemos formar
parte de ella".
El mensaje podría ser muy
evidente, como las islas en el océano o un tigre cruzando el mar con sus
cachorros. Podía ser la permanencia o el espíritu silencioso y tranquilo como
la superficie de la grava ondulada. El muro de barro que lo limitaba también
dibujaba signos en su superficie irregular. Los árboles apenas movían sus
ramas.
Recuerdo un pasaje de Kioto, de Watanabe, que reapareció en mi
memoria observando el jardín de rocas:
"-Esa
conjunción de piedras, ¿será también una abstracción?-dijo Shinichi.
-¿No es
todo abstracción en los jardines japoneses? Pero cuando se habla tanto de
abstracciones y más abstracciones, como ocurre en el musgo de los cedros del
jardín del templo de Daigo, entonces me molesta.
-Puede
ser, pero no me negarás que el musgo de los cedros es realmente abstracto. La
pagoda de cinco pisos del templo de Daigo ha sido totalmente reconstruida y
pronto será consagrada. ¿Quieres que vayamos a verla?"
La simplicidad era abstracción,
era un bosquejo que exigía que el observador completara en su mente para
configurar su propia realidad, una realidad como una versión por cada observador
que realizaba el esfuerzo de meditación que exigía esa obra inspirada pero
incompleta. Me encantaba la abstracción.
Aún queda esa imagen en mi mente
que busca un significado. Sé que no encontrará un significado concreto.
0 comments:
Publicar un comentario