El templo budista de la secta
Hosso sufrió varios incendios, como otros templos, pero fue reconstruido tras
cada uno de ellos. El poderoso Tayotomi Hideyoshi, a finales del siglo XVI, lo
honró con su presencia durante un tiempo y donó varios objetos que aún se
conservan en él. En el siglo XVII quedó casi completamente destruido y su
última reconstrucción le dio el aspecto actual. Esa reconstrucción finalizó en
1633. Posteriormente, se sumaron otros edificios.
Siguiendo el torrente desbocado
de personas, o luchando contra el mismo como salmones, avanzamos hasta una
plataforma, una escalera y la entrada al templo por la puerta Nio-man o de los reyes benevolentes, que
acogía a los cuatro devas. El rojo de
los edificios contrastaba con el verde del espeso bosque de la montaña Higashima.
Cientos de hordas armadas con cámaras de fotos disparaban a víctimas en poses
ridículas. Una hermosa niña con trenzas y un kimono blanco y floreado tomaba la
merienda ajena a ese trajín.
La posibilidad de esa mística
experiencia que vivió Chieko era imposible en esa primera plataforma. En la
segunda, se descongestionaba un poco. La fiebre fotográfica se atenuaba y
permitía disfrutar del entorno.
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