El taxi nos dejó en una
concurrida calle peatonal que ascendía hacia el monte. Lo que debería ser un
camino procesional de purificación hacia el templo era una sucesión de tiendas.
Los turistas se paraban en la calle y dificultaban el avance.
Cuenta la leyenda que el Templo
del Agua Pura, que sería la traducción de su nombre, fue fundado por el monje
Enchin allá por el año 798. El monje tuvo una visión y soñó con un torrente
dorado que fluía desde la montaña hasta el río Yodogawa. Cuando acudió al lugar
encontró a un anciano, Gyoei, sentado sobre un tronco. Durante los últimos
doscientos años se había dedicado a invocar a Kannon, dios de la Misericordia,
divinidad de once caras y mil brazos. Le propuso que ocupara su lugar para
poder iniciar una peregrinación. También le contó que el tronco sobre el que
estaba sentado sería idóneo para componer una imagen de la divinidad. Pasó el
tiempo y el anciano no regresó. Enchin ascendió la colina cercana y encontró
unas sandalias, lo que le convenció de que el anciano era el propio Kannon que
había regresado al cielo.
Pasaron veinte años sin que
Enchin pudiera transformar el tronco en la imagen de la divinidad, como le
había aconsejado el anciano. Hasta que un día se encontró con el guerrero
Tamuramaro, quien trataba de cazar un venado en el bosque para su esposa
embarazada. Este animal era propicio para los nacimientos. Al comprobar la
devoción del anciano, decidió desmantelar su casa y reensamblarla para la
divinidad junto a una cascada. Con la ayuda del guerrero talló la imagen, que
colocó en el interior del templo.
El guerrero partió hacia el
norte para luchar contra los enemigos del emperador, a los que sometió. Por
ello, fue recompensado con un palacio en Nagaoka, que también donó al templo.
La generosidad de Tamura fue recompensada con una estatua en una de las
construcciones del patio intermedio.
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