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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 65. El Templo del Agua Pura (Kiyomizu).


Con la tripa llena, bien hidratados y mucho más tranquilos, regresamos a recepción con la idea de que nos orientaran sobre qué hacer en esa tarde que había quedado reducida. Sumamos un nuevo plano parcial a nuestra colección, trazaron varios círculos no muy lejos de nuestro barrio y nos aconsejaron dirigirnos hacia el este, en las montañas, al templo Kiyomizu, una de las joyas de la ciudad.
“Desde Kiyomizu podríamos ver la puesta del sol sobre Kioto y el cielo sobre el Nishiyama, por dónde se oculta el sol", escribió Yasunari Kawabata en su novela Kioto. "A Chieko-continúa-le gustaba subir allí a aquella hora. Ante la nave principal, cuyo interior estaba oscuro, ardían unos cirios. Chieko no se quedó en la terraza, sino que siguió hasta la capilla del fondo. También allí se había construido un voladizo en lo alto de la vertical pared de roca. El tejadillo de la capilla estaba cubierto con ripios de corteza de ciprés. La plataforma era pequeña y airosa. Era como un mirador orientado hacia la ciudad y el Nishiyama. Se veían las luces, enturbiadas en la bruma".
Chieko, la figura principal de la novela, se desplaza al templo al inicio de la primavera. En ese momento apenas hay gente, lo que facilita su disfrute del atardecer. Desgraciadamente, nosotros coincidimos con un tremendo gentío, casi descalificante, ruidoso e incómodo que impedía disfrutar completamente de la belleza del templo y su entorno. El atardecer se evidenció cuando el templo era desalojado para cerrar.

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