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Yo me quedo en casa 79. Comidas familiares.



La desescalada programada va permitiendo nuevas actividades, nuevos contactos sociales que nos van acercando a la normalidad con mascarilla y prevenciones. Cuanto más se relaja la normativa, más responsables deberíamos ser y buscar el disfrute compaginándolo con la seguridad.
Ese nuevo paso se materializa el fin de semana con las reuniones familiares. En mi caso, las comidas con mis hermanos, en su casa o en la mía, después de que esa opción no fuera posible por las prohibiciones o por el peligro de contagio que implicaban.
Me estreno el sábado yendo a comer a casa de Mercedes y Jose, mi cuñada y mi hermano, con mis sobrinos Jose y Javier. Nos lo prometimos cuando soltáramos a fase 1. A los cuatro les había visto en las semanas previas, incluso, había paseado con ellos (salvo con Javier, que me dará un abrazo al encontrarnos). Sentarnos juntos a la mesa, compartir alimentos (un rico gazpacho y un estupendo asado), dialogar apasionadamente, hacer sobremesa: todo un lujo después de tantas semanas de ausencias. Ya no habrá que conectarse para una vídeollamada.
El inicio de la tarde pasa despacio. Cada uno duerme o dormita a la hora de la siesta. La televisión cumple con su trabajo somnífero. Este año echaremos de menos el Giro y el Tour para conciliar una siesta estival más profunda y duradera. Habrá que recurrir a los documentales de animales de la Dos para dormir a pierna suelta a la hora de la canícula.
No he hecho planes para el sábado por la tarde-noche. Hago la compra, leo a placer, me doy un paseo después de cenar y regreso pronto porque me interesa una película. Me acuesto a medianoche, un poco después. Estoy cansado.
El segundo episodio de reencuentro familiar es el domingo, en mi casa, con mi hermana Amparo y mi cuñado Jose Luis. Les invito a una paella, esas que me zampaba en solitario y que eran un mandala temporal. Llegan a casa pronto, lo que ayuda a que charlemos de lo divino y de lo humano mientras se hace la paella. Quizás por ello sale un poco más seca que en otras ocasiones, aunque buena de sabor. Repasamos temas de actualidad, vivencias propias, hablamos de contagios, de política, de la salud económica que puede afectar nuestros patrimonios.
La sobremesa se alarga sin dormir la siesta. El sol desaparece, el cielo amenaza lluvia. La tromba se esperará hasta que lleguen a casa. No me atrevo a salir a pasear.
Termino el fin de semana con buen sabor de boca (adicional al de la paella) con la nueva conquista del reencuentro familiar.

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