La desescalada programada va
permitiendo nuevas actividades, nuevos contactos sociales que nos van acercando
a la normalidad con mascarilla y prevenciones. Cuanto más se relaja la
normativa, más responsables deberíamos ser y buscar el disfrute compaginándolo con
la seguridad.
Ese nuevo paso se materializa el
fin de semana con las reuniones familiares. En mi caso, las comidas con mis
hermanos, en su casa o en la mía, después de que esa opción no fuera posible
por las prohibiciones o por el peligro de contagio que implicaban.
Me estreno el sábado yendo a
comer a casa de Mercedes y Jose, mi cuñada y mi hermano, con mis sobrinos Jose
y Javier. Nos lo prometimos cuando soltáramos a fase 1. A los cuatro les había
visto en las semanas previas, incluso, había paseado con ellos (salvo con
Javier, que me dará un abrazo al encontrarnos). Sentarnos juntos a la mesa,
compartir alimentos (un rico gazpacho y un estupendo asado), dialogar
apasionadamente, hacer sobremesa: todo un lujo después de tantas semanas de
ausencias. Ya no habrá que conectarse para una vídeollamada.
El inicio de la tarde pasa
despacio. Cada uno duerme o dormita a la hora de la siesta. La televisión
cumple con su trabajo somnífero. Este año echaremos de menos el Giro y el Tour
para conciliar una siesta estival más profunda y duradera. Habrá que recurrir a
los documentales de animales de la Dos para dormir a pierna suelta a la hora de
la canícula.
No he hecho planes para el
sábado por la tarde-noche. Hago la compra, leo a placer, me doy un paseo
después de cenar y regreso pronto porque me interesa una película. Me acuesto a
medianoche, un poco después. Estoy cansado.
El segundo episodio de
reencuentro familiar es el domingo, en mi casa, con mi hermana Amparo y mi
cuñado Jose Luis. Les invito a una paella, esas que me zampaba en solitario y
que eran un mandala temporal. Llegan a casa pronto, lo que ayuda a que charlemos
de lo divino y de lo humano mientras se hace la paella. Quizás por ello sale un
poco más seca que en otras ocasiones, aunque buena de sabor. Repasamos temas de
actualidad, vivencias propias, hablamos de contagios, de política, de la salud
económica que puede afectar nuestros patrimonios.
La sobremesa se alarga sin dormir
la siesta. El sol desaparece, el cielo amenaza lluvia. La tromba se esperará
hasta que lleguen a casa. No me atrevo a salir a pasear.
Termino el fin de semana con
buen sabor de boca (adicional al de la paella) con la nueva conquista del
reencuentro familiar.
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