Caminamos hasta el templo
Futarasan, dedicado a los tres dioses del monte Nantai o Futara, el propio
Nantai, el dios de la montaña, su esposa Nyotai y su hijo Taro. Se decía que
habitaban en tres cedros que se erguían tras el gran torii. Nos asomamos al pabellón principal, dimos una vuelta por los
pequeños santuarios y pabellones y continuamos hasta el mausoleo Taiyuin. Allí
moraban los restos del tercer shogun de los Tokugawa, Iemitsu, el nieto de Ieyasu.
Taiyuin fue el nombre budista que el emperador Gokomei le concedió a título
póstumo.
Iemitsu dejó en su testamento
instrucciones para que su mausoleo no eclipsara al de su abuelo. Iniciado en
1652 fue terminado catorce meses después. Probablemente, algunos de los
artesanos trabajaron en ambos proyectos.
Hasta allí había llegado menos
gente, lo que nos permitió gozar del lugar con mayor tranquilidad. El bosque estaba
más presente, envolvía más con sus altos árboles.
La estructura era muy parecida:
puertas monumentales, plataformas, grupos de construcciones que ganaban en
solemnidad y santidad cuanto más se avanzaba. En la fuente sagrada jugaba un
dragón apostado en el techo con el reflejo del agua. También los guardianes del
templo daban miedo. Aquí eran el dios del viento y del trueno que vigilaban
desde la puerta del cielo. Las torres del tambor y de la campana flanqueaban la
puerta Yasha-mon, la de las peonías. Cuatro demonios reforzaban la seguridad.
La última puerta hasta el
santuario era la puerta de estilo chino, Kara-mon. Como a las otras puertas, le
dedicamos tiempo para empaparnos de su belleza. Pero nos concentramos en el
santuario interior y en la sala de plegarias, el Honden y el Haiden. Entre
dorados, destacaban los paneles decorados con animales mitológicos.
Se había hecho tarde y poco
pudimos apreciar del templo Rinno-ji, en el que se estableció el monje Shodo
Shonin en el 766. La mayoría de sus edificios eran del siglo XVII, como los
mausoleos. En él se adoraban a los mismos dioses que en Futarasan. Era el
principal templo de la secta Tendai. Su jardín interior deberá esperar a una
nueva visita.
El regreso fue un sueño dulce.
En Tokio, cenamos y nos fuimos pronto a dormir.
0 comments:
Publicar un comentario