En julio de 1853, una escuadra estadounidense
comandada por el comodoro Matthew C. Perry atracó en el puerto de Yokohama y
entregó una carta del presidente de los Estados Unidos dirigida al emperador.
Informó que regresaría en la primavera del siguiente año. La delegación
americana fue la causa de la apertura de Japón. Y, con el tiempo, la causa de
la caída del sistema estructurado en torno al Shogunato.
"Maléficos vientos del
Oeste arrecian sobre Horai (el mágico país de las hadas) y disipan, ay, esa
atmósfera mágica"-escribió Lafcadio Hearn décadas más tarde, el autor
greco-irlandés que se estableció en Japón y adquirió la nacionalidad nipona.
Quizá se refiriera con ello al combate que se abrió entre oriente y occidente,
entre tradición y modernidad. Si hubiera vivido para contemplar el desastre de
la Segunda Guerra Mundial hubiera podido afirmar que sus palabras vaticinaban
la pérdida de la personalidad japonesa que llevaría a su perdición.
El tren (línea Yokohama) nos condujo
hasta la importante ciudad portuaria en unos 35 minutos. La concentración
urbana, de casas bajas, no dejaba huecos. A pesar de llevar varios días
sumergidos entre rascacielos nos fuimos dando cuenta de que el japonés aspira a
una casita con jardín, baja, de dos alturas, y que abundan en las afueras de
todas las ciudades. Nos bajamos en la estación Ishikawacho.
En la primera mitad del siglo
XIX Japón era considerado por las potencias europeas como un país pobre y
remoto. Su objetivo era China, que tras la Guerra del Opio tuvo que abrir sus
fronteras. Las peticiones de relaciones comerciales de los rusos a finales del
siglo XVIII y principios del XIX fueron rechazadas. En 1842, el Shogunato
relajó las prohibiciones contra los barcos extranjeros: sólo si llegaban
accidentalmente a sus costas se les facilitarían víveres antes de ser
expulsados.
Nadie podía imaginar que aquel
puerto de 350 habitantes se convertiría con el tiempo en una de las mayores
ciudades de Japón con una población de tres millones y medio de habitantes. Las
aguas profundas de su puerto paliaban las aguas de escaso calado de Tokio. Era
el puerto más importante del país.
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