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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 59. Anime, manga, cosplay.


Podríamos haber visitado el Kaiyodo Hobby Lobby Tokyo, una galería comercial con figuras de personajes importantes del manga y el anime, o el Tokyo Anime Center, otro de los referentes a nivel mundial, pero no eran esas nuestras preferencias. Quizá no hubiéramos entendido nada al no conocer esa cultura urbana.
Esa cultura anime, manga o cosplay pululaba por la calle. Nos reencontrábamos con las tribus urbanas peculiares y curiosas. Las jovencitas que se mostraban vestidas de típicas sirvientas francesas animaban a los transeúntes masculinos a entrar en los maid café. Allí podían cumplir su deseo-o quizá perversión-de ser atendidos por esas camareras disfrazadas que les tratarían como a señores de la casa.

El término cosplay, que no había oído antes de la visita a Japón y la posterior consulta en Wikipedia, era la abreviatura de costume play, de disfraz para jugar o jugar a disfrazarse. "Los cosplayeros interactúan para crear una subcultura centrada en el juego de roles", leí en Wikipedia. Era la transformación a la realidad de una idea o un personaje de ficción, presumiblemente extraído del manga o el anime. Era la válvula de escape de esa población de irregulares que se refugiaba en la red o en la fantasía. ¡Si Mishima levantara la cabeza!
Lo que podía ser curioso perdía parte de su atractivo por una representación que nos pareció podía incitar a la prostitución o a la pederastia. Muchas de esas jóvenes eran crías menores de edad vestidas de colegialas que en su inocencia creaban un morbo terrible. La mayoría se limitaba a entregar folletos. Las que vestían a lo sirvienta francesa eran algo más mayores y actuaban como ganchos, más atrevidas. No se dejaban fotografiar con facilidad por el enjambre de turistas que acudíamos a ese espectáculo callejero.

Quizá visto desde un punto de vista oriental esa exhibición fuera normal y sería el occidental quien extrapolara lo erótico y prohibido. Según leí, en el interior de los cafés no se ventilaban favores sexuales. A veces, la cosplay le leía un cuento al cliente, le daba conversación y lo despachaba sin dejarse hacer ni siquiera manitas. Una fórmula de geishas siglo XXI. Pero en algunos lugares se mostraban las fotos de esas jovencitas en poses más o menos provocativas en carteles que eran idénticos a los de ventas de pisos en las inmobiliarias occidentales. Destacaba una cifra (entre 1000 y 2000) y no se entendía nada del texto al estar todo en japonés. El contenido sexual era evidente.

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