En cinco minutos, el tren nos
trasladó de Ueno a Akihabara, una zona de tiendas de armas de baja calidad en
el periodo Edo que quedó arrasada por un incendio en 1869. Para protegerla de
nuevas desgracias, al año siguiente construyeron el templo de Chinka-jinja. Los
vecinos consideraron erróneamente que el templo estaba consagrado a Akiba,
diosa protectora contra los incendios. Parece, según leí en Wikipedia, de donde
obtuve estos datos, que el encargado de ejecutar el cartel tipográfico del
barrio confundió los caracteres y Akiba no Hara pasó a ser Akihabara.
Resumiendo, los despropósitos bautizaron la zona.
Akihabara era el mayor mercado
de electrónica de Tokio, de Japón y del mundo. La Ciudad Electrónica, cuya
salida en la estación estaba muy bien señalizada, fue mercado de frutas y
verduras desde 1935 aunque la guerra sino-japonesa lo orientó hacia la
comercialización de tubos de vacío y, desde la década de los 40, fue mercado de
componentes electrónicos.
No entramos en los grandes
almacenes de electrónica. No teníamos intención de comprar nada. Nos metimos
por las calles de una cuadrícula saturada de tiendas y entramos en algunas para
observar las últimas tendencias o los posibles chollos. Muchas eran de
componentes, de aparatitos o gadgets
curiosos más que de ordenadores o cámaras. Acabé comprando una tarjeta de 16 GB
para la cámara por unos siete euros.
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