En el jardín exponían varias
obras del escultor francés Rodin: El pensador, Los burgueses de Calais, La
puerta del infierno y alguna otra menos conocida. En el interior mostraban una estatua
de Balzac y otras igualmente valiosas.
La exhibición de estas piezas
estaba relacionada con el origen del museo: la colección Matsukata. Este
coleccionista era hijo de un primer ministro que decidió enviarle a estudiar a
Harvard y luego a París. Allí entró en contacto con Rodin y los impresionistas
y postimpresionistas. Parte de la colección acumulada entre finales de la década
de 1910 y el inicio de la de 1920 tuvo que venderla para hacer frente a las
deudas generadas por la bancarrota de las empresas familiares. El resto quedó
en París a cargo de una persona de su confianza. Al terminar la Segunda Guerra
Mundial la colección fue incautada por el gobierno francés. En las condiciones
de rendición de Japón se establecía que la colección pasaba a Francia y que los
japoneses renunciaban a reivindicarla. Tras muchas gestiones, acordaron la
devolución.
El edificio era un funcional y
vanguardista cubo gris sobre pilotes diseñado por Le Corbousier, con el que
colaboraron tres de sus discípulos japoneses. El interior seguía el diseño de
una espiral cuadrada. El recuerdo del arquitecto se mostraba en una sala
dedicada a su obra.
La colección abarcaba desde
obras del Trecento hasta pintura del
siglo XX. Exhibían pintura italiana, francesa, holandesa, un Greco, obras de
Andrea del Sarto, de Latour, Rubens, Tiépolo, Mengs, Tintoretto, Veronés… y los
impresionistas y postimpresionistas que conformaban el núcleo esencial. Una
sala estaba dedicada exclusivamente a Monet. También había obras de vanguardia
de Picasso, Miró, Pollock y otros artistas recientes. Durante décadas los
grandes fondos japoneses habían invertido en arte europeo y americano y habían
acaparado obras que se habían disparado en su cotización. Quizá parte de las
obras que vimos eran cesiones de esos fondos.
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