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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 56. Museo Nacional III


Un incidente en ese museo fue muy ejemplificativo de la forma de pensar y actuar de los japoneses.
En el Museo Nacional de Tokio habían practicado un descuento al ver la guía rápida que llevábamos. Nos aplicaron la tarifa de grupo y agradecimos el detalle espontáneo. En la taquilla del de Arte Occidental mostramos la misma guía, algo decrépita, y la taquillera dijo que el descuento era aplicable solamente a uno de nosotros. José Ramón le dijo en inglés que en el otro museo nos lo habían aplicado a los cuatro. La chica se quedó desconcertada, quizá porque no entendía. Sacamos nuestras entradas del otro museo (donde figuraba el descuento) para que comprobara lo que decíamos. Ante esta incidencia intervino la compañera, más experimentada. Llamó por una radio, nos pidió que dejáramos la taquilla libre para que pudiera seguir despachando la larga cola que se iba formando y llamaron a un supervisor.
Reiteramos la explicación. El hombre hacía reverencias y musitaba “Spanish, Spanish…” como si fuera la enésima vez que le ocurría una incidencia con nuestros paisanos. Cada parte mantuvo su postura. La gente nos miraba con cierto estupor.
Apareció otra supervisora de mayor grado y ésta fue más práctica: nos ofreció unos planos en que venía el anagrama del descuento y nos dijo que, por ese día, nos harían la rebaja.
De todo ello dedujimos que las reglas eran firmes y que el que estaba en primera línea las aplicaría tajantemente. Para las excepciones, ya había una larga cadena de supervisores que irían pidiendo permisos en la cadena de mando. Las jerarquías mandaban. Si la incidencia persistía había que darle solución y para ello estaba la creatividad. Se derogaba la regla general con otra regla más inteligente, aunque restringida.

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