Durante nuestros primeros días
en Tokio no habíamos visitado museos, tan interesantes para proporcionar
información sobre un país. Su organización, sus piezas, incluso su
concentración o dispersión mostraban rasgos interesantes sobre la cultura y el
pensamiento.
En Ueno se concentraban varios
museos de primer orden. Ueno se asociaba con arte. Y el más importante y
atractivo era el Museo Nacional de Tokio.
En taquilla nos dieron las dos
primeras sorpresas agradables. La primera, el precio de la entrada: 520 yenes.
No llegaba a cuatro euros. Estaba claro que en este país la cultura era
asequible para el pueblo. Ya lo habíamos comprobado en otros lugares. Las
entradas eran bastante más baratas que en el mundo occidental.
La segunda, que nos entregaron
un folleto en español, algo impensable hasta ese momento. Como mucho, lo
encontrabas en inglés. Este museo era plenamente cosmopolita. No sabemos si
gracias a las visitas de los españoles o de los hispanoamericanos.
El museo era el más antiguo de
Japón (se remontaba a 1872) y poseía la mejor colección del país en calidad y
cantidad de obras, como informaba con orgullo el folleto.
Empezamos por la colección de
arte japonés del Honkan. En otro edificio se ofrecía la colección de arte
asiático Toyokan, complementario del contenido de la primera parte. La
colección que se exhibía era asumible. Para impresionar estaban los almacenes
repletos de piezas que se rotaban con las expuestas, como en otros museos.
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