Optamos por recorrer la calle
Motomachi. Eso implicaba renunciar al jardín italiano y al parque panorámico
del puerto. La calle era una sucesión de pequeñas tiendas muy bien montadas. El
pequeño comercio gozaba de buena salud en Japón. No habíamos percibido locales
vacíos, una tónica que se generalizó en las otras ciudades que visitamos. Nos
maravillaba porque no exhibían mucha clientela ni vendían gran cosa. Quizá
había un sistema de incentivos que los mantenía incólumes ante la crisis y la
recesión. Aquellos negocios permitían vivir dignamente a una familia y creaban
puestos de trabajo. En la mayoría de ellos no permitían pagar con tarjeta de
crédito, lo que nos hizo pensar en una opacidad en los ingresos y un buen flujo
de dinero negro.
En la novela de Yukio Mishima El marino que perdió la Gracia del mar, Fusako,
la madre de Noboru, regenta una prestigiosa tienda de ropa y complementos en
esta calle comercial. La acción nos pone en contacto con varios lugares de la
ciudad. Sin embargo, es la vertiente psicológica la más atractiva del libro,
como es habitual en las obras de Mishima. Rex Ltd, la tienda de Fusako, podía
haber sido inspirada por cualquiera de esos establecimientos.
La calle comercial era una
atracción en sí misma. Le dedicamos un buen rato y la recorrimos casi
completamente. Nos sentíamos a gusto. Las dependientas, mayoría absoluta sobre
los hombres, otro dato que se repetía, eran amables, cordiales, sonrientes.
Casi daban ganas de comprar algo aunque no lo necesitaras. Además, lo que
ofrecían tenía su gracia, desde pequeñas artesanías a objetos cotidianos con un
toque que recordaba la atmósfera mágica de Lafcadio Hearn.
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