Museo de Artes Decorativas de Madrid.
Ayer quedé a pasear con mi
hermana Amparo y mi cuñado José Luis. El grupo se completó con mi cuñada
Mercedes y mi hermano Jose.
Amparo y José Luis se fueron de
viaje a Japón en febrero. Ya en esas fechas había cierta psicosis sobre el
virus (tuvieron que utilizar mascarilla en los vuelos) aunque nada parecido al
estallido un mes después con la declaración de la pandemia. A su regreso, mantuvieron
una cuarentena voluntaria de dos semanas. Al día siguiente de terminarla
declararon el estado de alarma. Han tenido un extra de aislamiento. Durante
tres meses hemos hablado por teléfono de forma regular pero no nos habíamos
visto físicamente.
Nos habíamos emplazado para
cuando pasáramos a fase uno. Todos teníamos prevención o, por llamarlo de forma
más adecuada, miedo. Resistíamos con el valor de las palabras y la melancolía
de los recuerdos. Los ánimos estaban bajos y había que romper esa dinámica. Un
simple paseo podía ser suficiente. Cuando no tienes nada un pequeño regalo es ilusionante.
La crisis empezó siendo
sanitaria para abrirse hacia el terreno económico y político. También hacia el
sentimental y afectivo. La distancia es el olvido, que decía la canción, aunque
se ha acortado por los medios tecnológicos. Los parches de las llamadas o vídeollamadas
dan paso al contacto físico, en este caso, codo con codo.
Esta semana estamos dando un
paso de gigantes: estamos saliendo del prolongado letargo. Esa marginación
impuesta o reforzada por cada uno se va relajando. Las familias vuelven a
compartir espacio, las terrazas se ofrecen como lugar de intercambio de
sentimientos, las aceras acogen a los paseantes, con mascarillas o sin ellas.
Se pueden hacer planes, visitas, reunirse en torno a una mesa con una cerveza o
lo que cada uno guste de beber. O beber la experiencia de la familia y la amistad.
Si hace dos meses nos hubieran
dicho que esto era posible no nos lo hubiéramos creído. Ahora es real. Y esta
realidad nos da un soplo de aire fresco, de esperanza y de ternura que nos
ayuden a sobrellevar otras carencias.
Ahora queda defender ese avance.
No hay que relajarse. No todo está hecho.
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