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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 31. Ieyasu y los cristianos.

Cristo de El Greco en el Museo de Arte Occidental de Tokio

Los primeros occidentales que entraron en contacto con Japón fueron los portugueses. En el siglo XV llegaron a Asia por la ruta del cabo de Buena Esperanza y se asentaron en Goa, Macao y Malaca, desde donde mantuvieron un intenso y lucrativo comercio. En 1543, tres aventureros portugueses alcanzaron en un junco la isla de Tanegashima, al sur de Kyushu.
En aquel momento, China había abandonado los mares y había optado por el aislamiento. Japón estaba en guerra desde 1467. El país estaba sumido en el caos y la desunión. El poder lo detentaban los señores feudales, los daimios, quienes compitieron por atraer el favor de los portugueses para potenciar el comercio y su prestigio.
En 1568, Oda Nobunaga ocupó Kioto y llevó a cabo la primera unificación del Japón, que continuarían Hideyoshi y Ieyasu. Nobunaga era enemigo acérrimo de los grandes monasterios budistas, por lo que vio con buenos ojos a los cristianos.
Hacia 1580, la labor de San Francisco Javier y su sucesor, Luis Frois, había supuesto ciento cincuenta mil conversos japoneses. Pero un incidente supuso un cambio de actitud hacia los cristianos.
Hideyoshi solicitó al viceprovincial jesuita Gaspar Coelho dos carracas portuguesas para colaborar en la fallida conquista de Corea que preparaba. Coelho, para ganarse su confianza, le ofreció algo más: su influencia para congregar a los daimios cristianos de Kyushu contra Shimazu, enemigo de Hideyoshi. Ante esta exhibición de poder de los jesuitas, una clara interferencia en la política local, receló de ellos y el 25 de julio de 1587 dictó un edicto por el que decretaba la expulsión de los cristianos, que se materializaría en veinte días. Aunque no llegó a tomar medidas serias para su ejecución (el comercio continuaba permitiéndose), una cuarta parte de los asentamientos jesuitas fueron destruidos. Ello no impidió que los primeros españoles llegaran de Filipinas en 1587 y que en 1592 lo hicieran también los primeros franciscanos. Después vinieron holandeses e ingleses.[1]
En 1606, Ieyasu declaró ilegal el cristianismo y en 1614 inició su campaña de expulsión de los misioneros, cuya crónica llegó al tiempo de la embajada Keicho.
En 1624 fueron expulsados los españoles.
Se iniciaba el largo periodo de aislamiento de los Tokugawa.
Y se imponía visitar la última residencia del primer shogun Tokugawa: Ieyasu.



[1] Es interesante la lectura de El lago español, de O. H. K. Spate, de donde se ha extraído la información.

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