Cristo de El Greco en el Museo de Arte Occidental de Tokio
Los primeros occidentales que
entraron en contacto con Japón fueron los portugueses. En el siglo XV llegaron
a Asia por la ruta del cabo de Buena Esperanza y se asentaron en Goa, Macao y
Malaca, desde donde mantuvieron un intenso y lucrativo comercio. En 1543, tres
aventureros portugueses alcanzaron en un junco la isla de Tanegashima, al sur
de Kyushu.
En aquel momento, China había
abandonado los mares y había optado por el aislamiento. Japón estaba en guerra
desde 1467. El país estaba sumido en el caos y la desunión. El poder lo
detentaban los señores feudales, los daimios, quienes compitieron por atraer el
favor de los portugueses para potenciar el comercio y su prestigio.
En 1568, Oda Nobunaga ocupó
Kioto y llevó a cabo la primera unificación del Japón, que continuarían
Hideyoshi y Ieyasu. Nobunaga era enemigo acérrimo de los grandes monasterios
budistas, por lo que vio con buenos ojos a los cristianos.
Hacia 1580, la labor de San
Francisco Javier y su sucesor, Luis Frois, había supuesto ciento cincuenta mil
conversos japoneses. Pero un incidente supuso un cambio de actitud hacia los
cristianos.
Hideyoshi solicitó al
viceprovincial jesuita Gaspar Coelho dos carracas portuguesas para colaborar en
la fallida conquista de Corea que preparaba. Coelho, para ganarse su confianza,
le ofreció algo más: su influencia para congregar a los daimios cristianos de
Kyushu contra Shimazu, enemigo de Hideyoshi. Ante esta exhibición de poder de
los jesuitas, una clara interferencia en la política local, receló de ellos y
el 25 de julio de 1587 dictó un edicto por el que decretaba la expulsión de los
cristianos, que se materializaría en veinte días. Aunque no llegó a tomar
medidas serias para su ejecución (el comercio continuaba permitiéndose), una
cuarta parte de los asentamientos jesuitas fueron destruidos. Ello no impidió
que los primeros españoles llegaran de Filipinas en 1587 y que en 1592 lo
hicieran también los primeros franciscanos. Después vinieron holandeses e
ingleses.[1]
En 1606, Ieyasu declaró ilegal
el cristianismo y en 1614 inició su campaña de expulsión de los misioneros,
cuya crónica llegó al tiempo de la embajada Keicho.
En 1624 fueron expulsados los
españoles.
Se iniciaba el largo periodo de
aislamiento de los Tokugawa.
Y se imponía visitar la última
residencia del primer shogun Tokugawa: Ieyasu.
[1]
Es interesante la lectura de El lago español, de O. H. K. Spate, de donde se ha
extraído la información.
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