Me puse perfume por primera vez
en dos meses. El frasco debería haberse terminado hace semanas de no ser por el
confinamiento.
Fue un impulso irracional. Ahí
ha estado todos estos días, pero ninguno me llamó la atención, quizá porque la
tuviera adormecida o concentrada en otros usos. No era una ocasión especial. O,
al menos, así lo creía.
Terminada la jornada de trabajo
realicé un poco de gimnasia de mantenimiento para despejar la maltratada
espalda, me duché y me vestí con un polo y unos vaqueros. Mientras, mi hermano
terminó la última clase de la tarde y llegó mi cuñada. Se inauguraba el fin de
semana y, aunque sea de confinamiento, un fin de semana siempre es algo
especial. Mi hermano lo aplazaba hasta la mañana del sábado.
El paseo se ha convertido en un
acontecimiento, es una costumbre que antes no entraba en mis esquemas, salvo si
quedaba con alguien. Ahora es imprescindible y en compañía de la familia
permite charlar, destensar la mente agobiada por el trabajo y las noticias.
Además, he descubierto rincones de mi ámbito inmediato que no conocía o que
habían pasado inadvertidos en muchos años. Y acompañado del aroma del perfume y
las palabras me hacían sentir como en el mejor de mis planes jamás soñados.
Quizá el perfume da sentido al
ocaso, que remolonea escondido tras los edificios y asoma en los cruces de las
calles con esa imponente puesta en escena de las estaciones intermedias, el
otoño y la primavera, que mientras duren en su moderación contagian unos
colores que hacen sanar las mentes de los más perturbados.
La luz de la primavera también
sustenta buenas noticias. Madrid se integrará el lunes en la fase uno y muchos
de los locales cerrados volverán a abrir para salvar sus negocios y para animar
a ese transeúnte que observa con dolor las persianas bajadas y los cierres de
tijera impertérritos.
En el fondo, el perfume tenía
toda la razón y había más motivos para su protagonismo de lo que inicialmente
había pensado.
Bueno ya estamos en fase 1 a ver que da de si, habrá que ir piano piano, ya que no veo que esté nada claro del comportamiento de la gente en las diferentes franjas horarias de la fase 0.
ResponderEliminarAhora si que hay que apelar a la razonabilidad. Con el peligro que ello conlleva
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