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Yo me quedo en casa 68. Todo es sostenible (hasta que deja de serlo)


Cascada del río Fortuna. Costa Rica.

El mundo que va a nacer con el desconfinamiento debería de ser sostenible.
Hace unos años, con la crisis financiera iniciada en 2008, el término sostenibilidad ganó una popularidad inusitada, casi hasta el hastío. Incluso, se dictó una Ley de Economía Sostenible (2/2011) y una Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera (2/2012). En esta segunda, se detallaba que su objetivo era garantizar la sostenibilidad de todas las administraciones y fortalecer la confianza en la estabilidad de la economía española. Eran leyes más bien programáticas. Y por lo que vemos, ese objetivo fue aplazado.
El dinero, el éxito o el pelotazo habían perturbado el sistema y amenazaban con destruirlo todo, empezando por la economía, pasando por el equilibrio ecológico y acabando por el orden social. Después de ajustes y sacrificios habría que haber retomado ese concepto y ese espíritu e intentar aplicarlo. Ese cambio no se ha producido y me temo que muchos de los males actuales son consecuencia de ello. No hace falta ser un gurú de la economía para poder afirmarlo.
Mi primera duda es cómo definir lo sostenible. Quizá el término más cercano sería el bien común. También, lo ético. Por el otro extremo, sería la negación de la avaricia. Acumular a ultranza y sin límite resquebraja el bien común. La solidaridad lo sustenta. Sostenible se vincularía con un cúmulo de elementos positivos. Que no sólo sea un elemento de marketing que vende bien.
La sostenibilidad debería ser un principio fundamental de nuestras vidas, tanto en el ámbito político como en el privado. Esa sostenibilidad nos ayudaría a crecer, pero no en el sentido del capitalismo salvaje que obliga a hacerlo por encima del 3% para que se cree empleo. Hay que buscar una fórmula para acercarse al pleno empleo estable, que ahora mismo es una utopía. El empleo, como bien escaso, debería repartirse de una forma sensata y solidaria. Lo siento, me estoy poniendo excesivamente tierno.
Quizá lo primero que habría que hacer es cambiar la mentalidad. Nos han “educado” en el consumismo, un elemento distorsionador de la sostenibilidad. Todos queremos todo y eso implica un recalentamiento del sistema que lo haría estallar una vez más. Pero, ¿estaríamos dispuestos a asumir las renuncias que ese cambio supondría?
No sé si la sostenibilidad implica un cambio insostenible.

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