Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 24. El palacio Imperial.



El castillo original fue destruido en la Segunda Guerra Mundial. Quedaron los fosos, las murallas y las plataformas y algún edificio o pabellón. Con razón se convirtió en un amplio espacio verde, donde se ubicaban los Jardines del Este, una parte de ese espacio. Las zonas dedicadas a la residencia del emperador se reconstruyeron y permanecían inaccesibles al público salvo el día de su cumpleaños, el 23 de diciembre, y el 2 de enero.
Cruzamos el foso, entramos por la puerta Ote-mon y visitamos el salón Sannomaru Shozokan de las colecciones imperiales donde se exhibía una colección de rollos de mano ilustrados con miniaturas que acompañaban el texto de cuentos y crónicas. Algunos eran de origen chino pero la mayoría eran japoneses y mostraban una tradición que nació en el periodo Heián, en el siglo X, cuando nacía la literatura japonesa.
Los temas eran variados, con escenas palaciegas, luchas, batallas, jardines o escenas cotidianas de extraordinaria belleza y perfección que ayudaron a popularizar aquellas historias. Tanto nos gustaron que compramos alguna reproducción en un pabellón que se había acondicionado para el descanso de los visitantes y como tienda.
Sencillas construcciones de madera fueron los puestos de guardia junto a las murallas. El camino ascendía hacia lo que fue la parte noble del castillo. La extensa pradera que contemplábamos estuvo poblada por aquella administración del Shogunato. La reconversión en jardín de diversas especies, como té, rosas, bambú o cerezos hacía irreconocible su anterior función militar y burocrática.
Mis compañeros de viaje comentaron que las grandes rocas con las que se habían construido las murallas y las plataformas parecían talladas por los incas. El encastre era casi perfecto y cuando detectábamos alguna grieta bromeábamos diciendo que la habían construido los incas desechados para las construcciones en Perú.

0 comments:

Publicar un comentario