Hace unos días, salió en la
conversación con mi amigo Alfred la noticia de la presunta violación de las
reglas del confinamiento por parte de Rajoy. Había leído la información en
prensa y, también, que el antiguo Presidente del Gobierno se querellaría contra
La Sexta porque las imágenes que ofrecía correspondían a otro lugar en donde no
estaba cumpliendo su confinamiento. Me pareció algo anecdótico y sin mayor importancia,
como tampoco presté mayor atención a la ruptura de la cuarentena por parte de
un vicepresidente del Gobierno. En ese momento los incumplimientos rondaban los
850.000.
El viernes 1 de mayo me remitió
mi amigo dos nuevos enlaces, de El País y El Confidencial: la policía proponía
denunciar y sancionar a Rajoy. No me cuadraba mucho con lo leído anteriormente
y entré en Internet para profundizar algo más. Me quedé alucinado porque todos
los medios se hacían eco de ello, como si no hubiera nada más importante de que
informar. Y me sorprendió especialmente porque Rajoy ya no tenía cargo alguno y
había abandonado la política. Sin duda, la publicación tomaba un sesgo que iba
más allá del mero incumplimiento por parte de un ciudadano. Buscaba
desacreditarle e, indirectamente, desacreditar a su partido. Estábamos en plena
guerra entre bloques políticos.
En El País leí que “la Delegación
del Gobierno todavía está estudiando si se dan las condiciones para acordar la
sanción”. Me pareció sorprendente, ya que habría un juicio paralelo en contra
de la prudencia de esperar a una resolución. La base para esa posible sanción
eran unos vídeos emitidos por la Sexta el 14 de abril. Los metadatos de la
grabación y la permanencia de los vehículos aparcados eran la prueba. Lo
primero que pensé es que había una clara violación de la intimidad, como habían
resaltado las publicaciones jurídicas de las últimas semanas que hacían
referencia a personas grabadas violando el confinamiento cuyas imágenes habían
subido a redes sociales y se habían hecho virales. No parece que ese peligro haya
atemorizada a La Sexta. Periodismo de investigación no llamarían, aunque para
mí es sensacionalismo. Pero es lo que demanda el público.
Si Rajoy ha violado las reglas
ha de ser sancionado, como cualquier otro ciudadano. Tiene derecho a la
presunción de inocencia y que se respete su derecho constitucional a la
intimidad y a que no haya un juicio paralelo a través de la prensa. Si esto es
todo lo que pueden ofrecer los medios de comunicación no me extraña que estén
en crisis. Aunque mucha culpa la tiene el público receptor que reclama este
tipo de carroña.
El periodismo de altura muere
sin remedio. Una pena.
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